Capítulo 1

 

Nunca he sido una chica a la que le gusta ir a las discotecas, todas esas personas en un sitio cerrado me ponen muy nerviosa; pero de todos modos me deje convencer por Stephanie  para ir a una, después de pedírmelo durante dos horas no podía negarme

– Me pasaré por tu casa una hora antes de ir, para cambiarnos – añadió Stephanie muy emocionada – muchas gracias, sabes que estoy deseando volver – claro que lo sabía, se había pasado toda la semana contándome lo guapo, inteligente y carismático que era el chico que había conocido allí.

– De acuerdo, pero luego no me eches la culpa si él no está allí – le espeté sabiendo lo que podría pasar si ese chico no aparecía el sábado en la discoteca, Stephanie lloraría una semana y después empezaría a criticarle de por vida.

– Vale, lo prometo, no te culparé – me dijo, cosa que no creí ni por un momento, Stephanie es la clase de chica hiperactiva que no piensa ni la mitad de cosas que dice o que hace – me tengo que ir, nos vemos mañana – se despidió mientras subía al coche de su hermana.

– Adiós – murmuré puesto que ya era demasiado tarde para que me oyese – ¡Genial! Ahora no me podré librar de ir – musité con ironía pensando que no había nadie para escucharme, pero Pedro estaba allí.

– Librarte de qué – rió Pedro, yo haciéndole caso omiso aceleré el paso y subí al autobús, justo antes de que se cerrasen las puertas, provocando que Pedro se quedase fuera en mi lugar, y vengando me por todas las veces que me lo había hecho él a mí.

Esa misma tarde después de acabar mis deberes me puse a ver la tele y preparé la cena.

– Hola cariño, – me saludó mi madre  y me besó en la frente – huele muy bien.

– Gracias mamá,  ¿viene papá a cenar? – le pregunté

– No, ha recogido a tú hermano y van juntos a ver un partido de fútbol.

– Bueno, es una pena – acabé de preparar la cena, puse los platos y me senté junto a mi madre, comentamos un poco por encima lo que habíamos hecho a lo largo del día mientras cenábamos, cuando acabé puse los platos en el lavaplatos y me fui a mi habitación.

Me acosté temprano sabiendo que el día siguiente se me haría muy largo, pero lo extraño fue el sueño que  tuve aquella noche.

Estaba sola en medio del campo, no había árboles, la hierba se movía suavemente bajo mis pies descalzos, olía a rosas pero no alcancé a ver ninguna, llevaba puesto un vestido blanco, de tirantes, muy simple y elegante al mismo tiempo. Vi una sombra a lo lejos y guiada por un impulso que no sabía de donde procedía me acerqué a ella, era la silueta de un muchacho, y aunque estaba de espaldas pude apreciar que era joven,  llevaba el mismo estilo de ropa que yo una camisa y unos pantalones blancos, y guiada por el mismo impulso anterior, alargué mi mano para tocar su hombro, empezó a darse la vuelta. El despertador sonó en ese mismo momento y no pude verle la cara, desperté con un sentimiento de intriga procedente de ese sueño.

Bajé a desayunar a las 9:00 después de recoger mi habitación. Desayuné sola, otra vez, mi padre y mi hermano seguían durmiendo y mi madre había dejado una nota en la nevera:

Lo siento mucho, ha habido una urgencia en el hospital y me he tenido que marchar, estaré de vuelta para cenar. Misty, ¿Te importaría hacer la compra? Gracias.

Os Quiere Sam.

Cuando acabé de desayunar subí silenciosamente a mi habitación, me vestí con unos vaqueros y una sudadera, me recogí el pelo en una coleta, cogí el dinero y la lista de la compra que había dejado mi madre en la entrada y me fui a hacer la compra, regresé a casa una hora más tarde y guardé todo en la nevera.

Aunque eran apenas las 10:00 de la mañana, me cambié y me tiré a hacer un par de largos.

– Buenos días enana – me dijo una voz familiar desde el borde de la piscina.

– Buenos días Jeremy – le contesté, sujetándome al bordillo de la piscina e ignorando su molesto comentario – ¿Te acabas de levantar?

– Sí, ¿Y mamá? – Miró el reloj – ¿Cuánto llevas en la piscina?

– Mamá está en el hospital, un rato, no lo sé, ¿Qué hora es?

– Las doce – me sonrió, lo que significaba que me iba a pedir algo – ¿Qué tal si me preparas el desayuno?

– ¡No!, ni hablar, además ¿por qué iba a hacerlo? – lo sabía, salí de la piscina cogí la toalla y me la puse sobre los hombros.

-Porque soy tu hermano mayor – rió

-Pues justo por eso, no – volvió a reírse de mí, y mientras se echaba su pelo moreno hacia atrás, me sonrió pícaramente y supe que acababa de meter la pata.

– Venga, te echo una carrera, si gano me harás el desayuno durante toda la semana- y yo muy tonta de mí, incapaz de negarme a un reto aún sabiendo que no ganaré, porque aunque yo sea rápida él lo es más, además de que el lleva compitiendo 5 años y yo solamente 3.

– De acuerdo, pero si ganó yo, harás de chofer para mí durante toda la semana – aceptó – Cámbiate y competimos – volvió a reírse y empezó a quitarse la camiseta y los pantalones quedándose en bañador.

-Sabía que aceptarías – dijo riéndose aún más de mí.

-Yo doy la salida – le contesté, sabiendo que esa sería mi única  oportunidad para poder ganar y que me había engañado, otra vez.

Nos colocamos en lo hondo de la piscina, preparados para tirarnos de cabeza, grité Ya y ambos saltamos a la piscina, me esforcé al máximo por ganar, le cogí la delantera, al llegar a lo bajo di la voltereta para cambiar mi dirección de nuevo, y al ver, que llevaba algo de ventaja me relajé sin aminorar el esfuerzo,  pero en ese mismo momento Jeremy, aumentó la velocidad  y en apenas unos segundos me adelantó y llegó primero a nuestra meta.

– ¡Tramposo! – le grité cabreada saliendo de la piscina, el se rió de mí.

– Huevos fritos y bacón – justo en ese momento pasé a su lado, le miré, le grité – Idiota – y le empujé con todas mis fuerzas, pero el continuó riéndose de mí y se dejo caer lentamente de espaldas al agua, muy frustrada cogí la toalla y subí a mi habitación, me puse ropa seca me sequé el pelo con la toalla y bajé  a prepararle el desayuno a mi hermano.

– Toma – le puse el plato delante a Jeremy,  salí de la cocina y me crucé con mi padre – Buenos días, papá – le sonreí y él me beso en la mejilla.

– Buenos días mi niña, ¿por qué estás de mal humor?

– Pregúntale al idiota de tu hijo – le contesté malhumorada.

Subí a mi habitación, me duché para quitarme el cloro del pelo, cambié la sudadera por una camiseta y metí algo de dinero y mi IPod en un bolso y me fui a dar una vuelta tenía unas dos horas antes de tener que volver para preparar la comida.

Justo cuando decidí que iba a volver ya a casa vi una pequeña librería, tenía un aspecto antiguo aunque estaba segura de que no estaba ahí la semana pasada, entré, una señora me saludó desde el mostrador al oír las campanitas de la puerta. Observé los libros de las estanterías con atención, aquel lugar me producía una extraña sensación de familiaridad, uno de los libros llamó mi atención. Tenía la cubierta negra,  con las letras en rojo escarlata y un símbolo, cuyo significado desconocía, en plateado, no había ni comentario, ni resumen ni siquiera autor, pero el título atrajo mi atención, Sueños escrito en color escarlata. Me dirigí al mostrador y le entregue el libro a la anciana dependienta, quién me sonrió mostrando  una dentadura a la que le faltaban varios dientes.

– Buena elección Misty – dijo la anciana – son 15  euros – le entregué el dinero y me marché desconcertada, ¿cómo sabía mi nombre? Nada más salir de la tienda, sentí como si me hubiesen quitado un peso de encima, pero a la vez como si me hubiesen dejado algo vacía.

Volví a mi casa, no había nadie, Jeremy estaría con su novia, mi padre con sus amigos y mi madre seguía en el hospital, comí un sándwich y me fui a mi cuarto, empecé a ojear mi libro, tenía varios dibujos y símbolos que no comprendía, y comentarios en distintos idiomas, no lo leí en profundidad sino que lo deje sobre mi mesilla de noche y busqué mi móvil, eran las 3:00 de la tarde según este, Stephanie llegaría en cualquier momento. Habíamos sido amigas desde  primaria por lo que sabía que cuando ella decía una hora antes eran dos.

El timbre de la puerta sonó, abrí la puerta y allí estaba Stephanie, con su melena pelirroja recogida en una coleta, llevaba puestas unas gafas de Sol y dos grandes bolsas llenas de ropa.

– Bueno, ¿me dejas pasar o no? – dijo a modo de saludo con una sonrisa – Subamos a tu cuarto –  le sonreí y cerré la puerta en cuanto ella pasó.

Subimos corriendo a mi habitación, abrió sus bolsas sobre mi cama y abrió mi armario.

– Veamos que te pongo – me sonrió – voy a dejarte deslumbrante – empezó a mirar dentro de mi armario y sacó de él una falda de volantes negros, que solo me había puesto una vez, y una camiseta blanca de manga corta, me hizo probármelo, después me cambio la camiseta blanca por una gris y otra vez por una blanca pero de tirantes, me dio unas bailarinas negras y una torera, a la que yo llamaría chaqueta si no fuese porque después Stephanie me mataría.

Ella optó por ponerse una camiseta roja, unos shorts negros y unos zapatos con un poco de tacón.

– Ahora toca maquillaje – dijo colocándome una vieja camiseta gris y luego poniéndose otra igual. Nos colocamos ambas en frente del espejo y nos maquillamos, yo me puse simplemente un poco de colorete, brillo de labios y la raya, ella se pinto algo más cambiando el brillo de labios por un pintalabios rojo carmesí y una sombra de ojos negra.

– ¿Para qué era la camiseta? – pregunté quitándomela, si me hubiese resistido a ponérmela no habría sobrevivido para contarlo, Stephanie se enfada con suma facilidad.

– Para no manchar la ropa, por supuesto – puse los ojos en blanco y tiré la camiseta a lo sucio, me pasé el cepillo por el pelo y al acabar me miré al espejo. Tenía el pelo liso negro azabache corto, cayendo hasta los hombros, Stephanie siempre me echaba en cara que mi pelo fuese liso,  y con la raya destacaban aún más mis ojos azul celeste, que contrastaban con mi pelo, hacía mucho que no me veía así de guapa.

– Wow, estás preciosa – exclamó Stephanie, ella llevaba el pelo recogido en un moño, lo que le daba un aire elegante, pero como un par de rizos pelirrojos rebeldes salían de su sitio, parecía algo más casual – Soy una artista.

– Oye, que yo también tengo mi mérito – reí con ella, me miró con esos ojos negros suyos, y me dijo:

-No, no lo creo – y estalló a carcajadas, le miré y empecé a reír, cogí un bolso, metí mi móvil y dinero.

– Vámonos o no llegaremos a coger el autobús a tiempo – le recordé.

– Nos lleva mi hermana, mamá le ha castigado – se rió y se encogió de hombros.

Su hermana llegó cinco minutos más tarde, subimos al coche y Stephanie siguió contándome lo increíble que era su chico. Melanie, su hermana, nos dejó justo en la puerta de la discoteca, y yo me dirigí hacia la cola, pero  Stephanie me agarró del brazo y tiró de mí hacia ella.

– No vamos a hacer cola – le miré desconcertada – mi hermano pincha hoy aquí – me aclaró.

– Oh, no tenía ni idea – nos dirigimos al frente de la cola y Stephanie, hablo con el hombre de la puerta.

– Soy la hermana de DJ Marco – Le dijo sonriendo.

– Sí claro, vuelve a la cola niña – Stephanie se enfadó mucho y llamó a su hermano.

– Marco, sal a buscarme que no me dejan entrar – colgó y al poco tiempo salió su hermano y nos dejó entrar.

– Hola Misty, cuánto tiempo – me saludó Marco, es cierto que no nos veíamos desde hacía mucho, había crecido bastante ahora me sacaba una cabeza, tenía los mismos ojos negros que su hermana y el cabello negro también.

-Hola Marco, casi un año ¿no? – le devolví el saludo, Stephanie y yo entramos en la sala seguidas por él, y empezamos a bailar, después de una media hora apareció su chico.

– Hola Pedro – le saludó ella súper contenta.

-¡Pedro! – le grité yo – ¿Por qué no me lo habías dicho? – le espeté.

– Porque sino no habrías venido – contestó, con cara de desesperación – mi madre dijo que tenía que venir con alguien.

– No me voy a ir, porque te lo he prometido y yo cumplo mis promesas, pero no pienso a volver a venir – Me dirigí a la barra pedí una coca-cola y me senté en uno de los taburetes de allí.

Esperé sentada y aburrida, mirando a la gente bailar, con los brazos cruzados. De repente como salido de la nada un chico se me acercó.

– Esto… Perdona… – me dijo tímidamente, mientras yo seguía a Stephanie, mientras bailaba, con la vista – ¿Te gustaría… bailar conmigo? – dirigí mi atención al chico, tenía unos ojos de  un precioso azul celeste, el pelo rubio y rizado,  y aunque estaba segura de no haberle visto nunca antes, sentía que le conocía y me era familiar.

– Bueno, me parece bien – le sonreí y me devolvió la sonrisa mostrándome sus perfectos dientes blancos.

– Soy Miguel, ¿Cómo te llamas? – ya no estaba tan tímido como al principio, fuimos juntos hasta la pista donde estaban todos bailando.

– Misty – le contesté colocándome el pelo detrás de la oreja.

Bailamos juntos un rato, y después me invito a otra coca-cola y nos sentamos a hablar en el mismo sitio que antes.

– ¿Puedo preguntarte una cosa? – dijo Miguel mirándome con sus preciosos ojos azules, yo le sonreí y asentí, no sabía el por qué pero con él me sentía segura y tranquila – ¿Por qué estás aquí? Quiero decir, está claro que no te gustan las discotecas.

– Oh, es porque mi amiga quería venir y no podía venir sola – dije sonriendo tristemente – y me ha dejado de lado por el chico al que quería ver.

-Pues no quiero parecer borde, pero me alegro de que te haya dejado de lado – le miré muy ofendida – no te lo tomes a mal, es que si no te hubiese dado de lado no te habría visto – me contestó poniéndose colorado.

– Bueno en ese caso, yo también me alegro – dije también poniéndome roja.

– Esto… – intentó decirme algo pero Stephanie llego en ese mismo momento.

– Tenemos que irnos, Melanie está en la puerta – me dijo sin reparar en Miguel – mis padres me van a matar es muy tarde – miré el reloj eran las 8:00.

– No es tan tarde pero si te tienes que ir… – me giré para despedirme de Miguel – Gracias, he pasado un buen rato contigo, adiós – me volvía a dar la vuelta para marcharme pero él me agarró el brazo y me retuvo.

– No vayas con ella – Me dijo mirándome muy preocupado.

– Es mi amiga y a ti no te conozco – contesté zafándome de su brazo y volviendo con mi amiga – ¿Por qué tenemos que volver tan pronto?

– Mi madre me ha llamado y me ha pedido que me dé prisa – contestó encogiéndose de hombros.

– ¿Ha pasado algo? – le pregunté preocupada.

– Nada que te pueda contar – no me miró para contestarme y salió por la puerta.

– ¿Dónde está tu hermana? – me estaba empezando a cabrear.

– Espera al  otro lado de ese callejón – me dijo indiferente, no parecía ella misma.

– ¿Por qué estas así? ¿Ha pasado algo con Pedro? – yo ya no sabía ni qué hacer ni qué decir, empezaba a dudar que fuese mi amiga, pero ¿quién iba a ser si no?

-No, no ha pasado nada con Pedro y estoy así por tu culpa – no encontraba sentido alguno a sus palabras pero decidí callarme.

El callejón estaba oscuro y sucio, a mitad de camino Stephanie me pegó contra una pared sujetándome por los brazos con una fuera sobrehumana.

-¿Qué estás haciendo? – le grité muy asustada.

– Es culpa tuya, yo lo intenté, intenté convencerles, pero tu tuviste que cagarla – me espetó y yo seguía sin entender el significado de lo que decía – ¿Por qué no pudiste estarte quieta?, no, tú tenías que encontrar el libro, mira que me costó mantenerte apartada y a salvo, pero es que no te quedaste ahí, si no que le encontraste y te enamoraste de él.

-¿De qué estás hablando? ¿Estás borracha? – le grité llorando, me estaba haciendo daño y me tenía muy asustada – No sé que me estás diciendo – se rió de mí con ganas.

– Entonces ¿todavía no has leído el libro? – rió aún más fuerte – Más fácil para mí, créeme que lo siento pero si no lo hago me matarán a mí – grité todo lo fuerte que pude, pero ella rió y me tapó la boca – No grites, no te servirá de nada, ten un poco de dignidad – dio un paso para atrás, y yo intenté salir corriendo pero aunque ella estuviese lejos de mí yo seguía sujeta a la pared.

– Creía que éramos amigas – le dije esta vez sin gritar, pero aún con lágrimas en mis ojos.

– No, simplemente actuaba – eso me dolió más de lo que podía haber imaginado – Mi tarea era aislarte y vigilarte – dijo sentándose ágilmente en un contenedor al otro lado del callejón – y lo hice muy bien, estoy harta de llevar este aspecto – dijo quitándose el moño, y mientras el pelo caía cambiaba de su rizado pelo castaño a un liso pelo negro tan negro o más que el mío, tan largo que le llegaba a la cintura.

– ¡Tú no eres Stephanie! – le grité frustrada, ella volvió a reír.

– Aún no lo has entendido ¿no?, Stephanie nunca ha existido, siempre he sido yo – me explicó.

– Entonces, ¿Quién eres tú? – ella se sorprendió de mi pregunta, salto al suelo y se colocó frente a mí.

– Soy Victoria, y soy lo contrario a ti angelito – se rió otra vez – pero te va a dar igual, puesto que yo soy mucho más fuerte que tú y puesto que voy a matarte.

– No deberías hacerlo – dijo una voz desde la entrada del callejón.

– Y  ¿Quién eres tú? – dijo antes de que apareciese una luz muy brillante procedente de dónde estaba el chico, Victoria gritó con fuerza en un tono demasiado agudo para ser humano, y yo caí de la prisión invisible, que me había tenido sujeta a la pared, golpeándome las rodillas.