Category: Sin categoría


Capítulo 2

– No puede ser… – dijo sin voz Victoria, levantándose lentamente – ¡Tú! Tú estabas muerto, ¡Elisa te mató! Yo lo vi – le gritó, miré al chico que me había salvado la vida, pero mis ojos aún no se habían acostumbrado a la escasa luz de ese callejón, pero sí pude apreciar un extraño símbolo brillante en la pared en la que el chico apoyaba la mano, un símbolo que había visto en el libro.

– ¿Muerto, yo?, eso es nuevo para mí – rió con ironía – pues yo me veo muy vivo – acercó la mano al símbolo y a quien hasta hacia unos minutos o creía mi mejor amiga gritó – venga hombre que poco aguante, si ni siquiera lo he tocado – dijo indignado el muchacho.

-No lo hagas, por favor – suplicó Victoria ocultando una sonrisa maliciosa bajo su oscuro pelo negro – No me mates.

– ¿Matarte? ¿Por qué iba a hacerlo? – Le contestó el muchacho apartando la mano – y no pidas clemencia  si tu careces de ella – añadió agachándose a su lado, mi vista empezaba a acostumbrarse por lo que podía distinguir la melena rubia del muchacho, un destello procedente de la mano de la chica me alertó de que algo iba mal.

– ¡Cuidado! – grité empujando al chico, aunque la daga acabó alcanzándonos a ambos a mí en el hombro y a él en la mejilla.

– Mierda – musitó el chico – me engañó otra vez, ¿por qué hiciste eso? – preguntó mirándome desde abajo con unos ojazos azules, estaba tumbado bocarriba en el suelo, había caído encima suyo, me incorporé lentamente pero no pude levantarme por el dolor del brazo.

– Tú eres Miguel, el de la discoteca – le dije mirándole sorprendida él se rió de mí, y me apartó cuidadosamente a un lado para poder levantarse.

– Creí que ya te habías dado cuenta – rió – ¿Por qué lo hiciste? – me ofreció la mano para ayudarme a levantarme, la acepté.

– Pues no, con el numerito de la luz no veía nada – le contesté agarrándome el brazo izquierdo para taparme la herida – Y sí no lo hubiese hecho te habría matado – le contesté indignada por su actitud despreocupada – ¿Por qué actúas cómo si todo esto fuera lo más normal del mundo?, ¿Qué es ese símbolo?, ¿Cómo hizo eso Steph…Victoria?, ¿Qué quería decir?¿Qué…?

– No tan rápido preciosa – dijo levantando los brazos como si le estuviese apuntando con una pistola, y sonriéndome – ¿Qué tal si empezamos por curar la herida? Y me haces las preguntas de una en una, que ya no me acuerdo de la primera – rió despreocupadamente agitándose los rizos con la mano.

– Vale, ¿Quién era esa? – le pregunté mientras el cogía mi brazo y rompía mi chaqueta – Hey, no la rompas estaba prácticamente nueva.

– Ya te compraré otra – dijo acabando de romperla – esa era Victoria llevo siglos tratando de encontrar donde se esconde ella y su banda, llevan intentando matar a los más jóvenes de los nuestros desde siempre, pero los últimos siglos, desde que ella se unió lo están logrando – me contó y mientras él lo recordaba vi o creí ver, puesto que fue por menos de un segundo, tristeza en sus ojos – la herida ya está curada, siguiente pregunta – miré mi brazo no quedaba ni una cicatriz.

– ¿Cómo lo has hecho? – contuve mis ganas de preguntarle por qué se había entristecido al contarme aquello, sabiendo que no era el momento.

– ¿Realmente no has leído el libro? – Me miró sorprendido – Así no me extraña que casi te maten – dijo colocándose el pelo distraídamente.

– No, no tuve tiempo, solo lo ojeé, y ese símbolo… – dije señalando a la pared pero ya no había nada – …aparecía; ¿A dónde ha ido a parar? ¿Y qué significa? – le miré con los ojos muy abiertos.

– Cuando ella se fue desapareció – dijo encogiéndose de hombros – solo funciona con demonios cuando no hay desaparecen – comentó como si fuese lo más simple del mundo – Y significa Luz, asusta y daña a los demonios lo que les deja inmovilizados momentáneamente – Empezó a caminar hacia la salida del callejón cuando acabo con la herida de su cara.

– ¿Demonios?, está claro estoy dormida, estoy teniendo una pesadilla por culpa del sándwich – dije pellizcándome, lo que le hizo reír fuertemente – ¿Por qué no me despierto? – Me pellizqué con más fuerza.

– Porque no es un sueño, preciosa, ¿alguna pregunta más? – dijo mirándome.

– Sí ¿qué quería decir con lo de  eres lo contrario a mí?, si ella es un demonio, según tú, ¿qué soy yo un ángel? – Dije mirándome la espalda – porque yo no veo las alas por ningún lado.

– Todavía no eres un ángel, podrías llegar a serlo pero eso lo debes decidir tú, en el libro te explican las cosas, y por cierto las alas no se ven así como así, son pura luz así que tienes que ser un ángel para verlas – comentó después de reírse de mi excéntrica actuación – léete el libro o estarás en graves problemas, no queremos perder a más de los nuestros a manos de su banda, nos están ganando territorio, y la guerra está a punto de estallar así que si no te importa no dejes que te maten – dijo de nuevo con esa mirada triste.

– Bromeas ¿no? – Le miré atentamente – No existen tales cosas como los ángeles.

– No digas eso – me miró detenidamente.

– ¿Qué pasa? ¿Si lo digo morirá un ángel?, ah no eso era con las hadas – le contesté sarcásticamente – ¿En serio piensas que iba a creer todo eso de los ángeles y demonios? Pues no, si los ángeles existiesen no dejarían que pasasen muchas de las cosas que pasan.

– Ays, Dios dame paciencia con las crías de hoy en día – dijo mirando al cielo – ¿Llevas paraguas? – preguntó de repente, yo negué con la cabeza – pues nos vamos a mojar – rió y en ese momento comenzó a llover – Deberías creer, lee el libro y descubrirás que es cierto, confía en mí todos hemos pasado por esto – dijo mirando al cielo – aunque no todos sobreviven – volvía a estar triste de nuevo y si no fuese por la lluvia diría que le había caído una lágrima.

-Lo siento, ¿he dicho algo que te ha molestado? – Le pregunté sintiéndome  culpable.

– No, no has sido tú – me sonrió, pero supe que mentía – alguna pregunta más cambió de tema.

– Sabes ahora sé porque los ángeles, si existen, tienen prohibido mentir – le dije y me miró confundido – mientes fatal, ¿Por qué me protegiste?

– Esto… es cierto – rió – pues… supongo que no podía dejarte morir, eres una de los nuestros.

– Deja de decir eso, soy una humana y ya está, ¿qué eres mi ángel de la guarda? – le pregunté molesta.

– Hey, no me bajes de rango – rió – soy arcángel… en prácticas – murmuró la última parte – y tú misma lo has dicho, no sabemos mentir así que… no lo haré no eres humana preciosa – colocó de nuevo su sonrisa pícara.

– ¿En prácticas? – Me reí – ¿qué quiere decir eso?

– Creía que no creía s en ángeles – me echó  en cara – Quiere decir, que estoy entrenando para ser arcángel, no todos los que son como nosotros –dijo enfatizando el nosotros – llegan a ser arcángeles, o pueden ser ángeles custodios.

– Si todo esto es cierto ¿me lo explicarás? – le miré, aún confundida y sin acabar de creer lo que me había contado – por favor.

– Claro, pero primero tienes que leer el libro te veré mañana – me sonrió – si me necesitas llámame, ser arcángel tiene sus beneficios, como aparecerse – dijo marchándose.

– Tú no eres un arcángel – reí y abrí la puerta mientras el gritaba: Todavía

Eran las 9:00 nos había llevado media hora volver a mi casa, mis padres estaban cenando todos juntos en la mesa.

– Hola cariño – me saludó mi padre, le conteste un triste hola y me dirigí a subir las escaleras.

– ¿Cómo es que estás tan mojada? – preguntó mi madre.

– Stephanie… me dejó tirada – expliqué encogiéndome de hombros.

– ¿Y por qué no me llamaste? – preguntó mi hermano para fastidiar.

– Esto… creo que he perdido el móvil – dije dándome cuenta de que ya no lo llevaba – iré mañana a preguntar por él – subí las escaleras lentamente, cogí el pijama del armario y metí en la ducha con el agua caliente a tope, pensé en todo lo que me había pasado esa noche, ¿cómo todo en lo que había creído toda mi vida, se podía destrozar en una noche?, ¿Realmente existían los ángeles?, si era así ¿Miguel realmente era uno?, ¿Y entonces yo?, la cabeza comenzaba a darme vueltas con tantas preguntas y ninguna respuesta.

Me puse el pijama y me sequé el pelo, por segunda vez ese día, después me tumbe en mi cama y cogí el libro empezándolo a leer. Todo era muy complejo y a penas cobraba sentido para mi, había símbolos muy extraños como el que Miguel había usado en el callejón, y con explicaciones, comencé a leer una parte que parecía explicar todo:

Desde el principio de los tiempos ha existido el bien y el mal, aunque no se le ha llamado siempre así. Algunos humanos, con ciertas ascendencias tienen la posibilidad de ser un ángel o un demonio, estos deben ser descubiertos y entrenados para poder mantener el equilibrio.

Por encima de todas estas personas deben estar de acuerdo con este entrenamiento, una persona con familia con raíces cercanas a los ángeles, obtendrá un ejemplar de este libro en el que se le explicara todo y después de leerlo si estos aceptan serán entrenados y convertidos en ángeles.

Los ángeles no son todos iguales, y cada persona solo podrá ser una clase de ángel, un ángel custodio, arcángel o un Cupido, cuál de ellos se decidirá durante el entrenamiento, después de esto pasará a unas prácticas antes de convertirse en un ángel completo.

– Así que es cierto lo que dijo – murmuré para mí misma al acabar de leer el párrafo. Continué leyendo el libro y observando los extraños símbolos del libro su significado y su uso, también descubrí la forma de curarse un extraño símbolo que consistía en un círculo que contenía un pentágono y dentro de este una estrella, y que solo podían usar los arcángeles o en algunos casos los ángeles de la guarda.

Pasadas unas horas llegué a la parte en la que hablaba de los demonios:

Es fácil diferenciar a los demonios de los humanos, les caracterizan su oscuro pelo negro – pensé en lo negro que era el pelo de Victoria – y unos oscuros ojos negros – volví a pensar en Victoria ­– los ángeles deben mantenerse alejados de ellos a no ser que sean o bien arcángeles en práctica o se les dé la orden.

En los últimos años los demonios han estado intentando provocar una guerra, y han ido mermando nuestras tropas, matando a los ángeles más débiles, los que aún no lo saben o están en prácticas, puesto que es mucho más fácil que a uno entrenado.

Me quedé dormida con el libro abierto en mi regazo y la luz encendida, aquella noche volví a soñar.

Estaba en el mismo claro que la noche anterior, y la silueta también se encontraba allí, me acerqué esta vez sin dudar al muchacho y se dio la vuelta y a diferencia que la noche anterior si le vi la cara.

– ¿Miguel? ¿Tú qué haces aquí? – pregunté sorprendida de verle allí, en mi sueño.

-¿Conoces a Miguel? ¿Quién eres tú? – me preguntó el muchacho, que era igual que Miguel.

– Entonces ¿No eres Miguel? ¿Quién eres? – le dije fijándome bien, tenía los mismos rizos y los mismos ojos azules.

– Soy Gabriel, ¿y tú? ¿Por qué conoces a Miguel? – me preguntó sonriéndome cada vez se parecía más a Miguel.

– Soy Misty, le conocí hoy me salvó la vida – admití sin ganas – ¿Y tú de qué le conoces?

– Es una larga historia, bueno puede que no tan larga – rió con añoranza – es mi hermano gemelo o era… – la noticia me dejo impresionada.

– ¿Era? – Pregunté confusa – ¿Y qué haces en mi sueño? – dije intentando suavizar mi pregunta porque la expresión que puso al oír ¿Era? Fue de dolor.

– Te contesto la pregunta si tú me contestas una a mí – me dijo con una media sonrisa.

– De acuerdo, pregúntame – al fin y al cabo era un sueño ¿no? No perdía nada.

– ¿Está bien? – Le miré confundida – Miguel, ¿llegó a ser arcángel?

– Oh, sí está bien, es un engreído – dije lo que le hizo sonreír – todavía no, creo que superó el primer entrenamiento, ahora es un arcángel en prácticas.

– Me alegro por él – dijo orgulloso – era el mejor de nuestro grupo… – dejo de sonreír por un momento – bueno pregúntame, lo prometido es deuda – volvió a sonreír.

– ¿Qué pasó porque dijiste era y no es? Y ¿Por qué estás en mi sueño?

– Esto… lo dije porque yo no superé el entrenamiento… Elisa me mató antes de que lo acabase – dijo tristemente, quise decir que lo sentía pero continúo hablando – ¿En tu sueño? No acabaste el libro ¿no?

– No… – sonreí – ¿pero es que esto no es un sueño?

– No, tendrás que leerlo para poder entenderlo bien, pero esto es como… cuando una persona muere va al cielo ¿no? – asentí, aunque hasta hacia poco no era creyente – los ángeles no pueden morir, morir – intentó explicarse – pero un ángel en prácticas sí, aunque seamos ángeles no hemos alcanzado la inmortalidad, y si morimos acabamos aquí, es como nuestra segunda vida, aquí podemos decidir cómo queremos que sea todo, si queremos ver a alguien o no, si queremos una mansión o una chabola – rió – o nada de eso. Hay una cosa que no entiendo – Si no estás muerta ¿Cómo es que estás aquí?

– No, no estoy muerta, estoy durmiendo – le contesté – ¿Por qué no hay nadie más?

– Eso es extraño, ¿podrías saludar a Miguel de mi parte? Cuando le veas otra vez – me pidió – Y no hay nadie porque no quiero ver a nadie, por eso me sorprendiste el otro día y hoy otra vez, ¿Volverás?

– Claro, le saludare y le diré que… ¿estás bien?- dudé, que debía decirle sobre su hermano muerto, el rió – No vengo aquí aposta pero lo intentaré.

– Dile que le echo de menos, y que no se preocupe por mí, y que él no tuvo la culpa por favor – asentí – Gracias, tengo el presentimiento de qué lo lograrás, suerte.

– Gracias, adiós – me despedí.

Me levanté en mi habitación la luz seguía encendida y el libro en mi regazo, me incorporé en la cama ya había salido el Sol, y el despertador marcaba las 10:30 de la mañana me vestí y decidí ir por primera vez en mi vida a la Iglesia. Me vestí rápidamente y salí sin decir nada a nadie. No tarde en llegar, y aún no había comenzado la misa, así que escogí un sitio apartado al fondo y espere a que comenzase la misa no esperaba ver a nadie conocido pero aunque de lejos pude reconocer a la anciana de la librería y también creí ver Miguel pero desapareció enseguida.  Disfrute del sermón y cuando acabó la misa, salí y esperé a la anciana de la librería.

– Buenos días señora – saludé – ¿Se acuerda de mí?

– Oh, Buenos días Misty, claro que me acuerdo de ti, ten tus 15 €- me extendió el dinero.

– ¿Por qué me los devuelves? – le pregunté ya que me extraño mucho.

– Hija mía ese libro te pertenecí solo tenías que encontrarlo, y yo me encargo de eso – me sonrió,  mire a sus ojos azules a través de sus gafas, me recordaron a los de Miguel, y a los de Gabriel incluso a los míos.

– ¿Eres un ángel? – Pregunté – los ojos es lo que nos identifica ¿no?

– Veo que vas aprendiendo querida – sonrió y caminamos en dirección a la librería – los ángeles como yo nos encargamos de hacer llegar a nuestros protegidos el libro.

-¿Eres un ángel custodio? – seguía sin comprender todo.

-No, soy un ángel maestro, descubro a mi alumno y le hago llegar el libro, para ello puedo adoptar una forma  u otra y cambiar las cosas a mi parecer para que os llegue el libro sin crear demasiadas sospechas, también es nuestro deber responder vuestras dudas – me sonrió – ten cuidado acaba el libro y ven a verme – se despidió entrando en el portal de una casa donde ayer estuvo la librería.

Volví a casa, esperando no encontrarme con nadie, y específicamente con Stephanie, pero desgraciadamente no tuve suerte y me topé con Miguel.

– Genial otra vez tu – dije con ironía.

– Que gran recibimiento – sonrió – ¿No acabaste el libro verdad? – asentí

– Me quedé dormida – dije de mala gana.

– ¿Por eso me evitabas? – Negué con la cabeza -¿Entonces por qué?

– Quería aclarar un par de cosas antes de hablar contigo – le expliqué,

– Te acompaño a casa, no debes andar sola – dijo ajustando su paso al mío.

-¿Puedo preguntarte una cosa? – el asintió con la cabeza – ¿Tienes familia? – pregunté no solo por curiosidad, si no también, por comprobar si había sido un sueño o no.

– ¿Familia? – Repitió confuso – Pues sí, mis padres aún viven en Londres.

– ¿Londres? ¿En serio? – Logró distraer mi atención – Londres es precioso, ¿Y hermanos? – dije volviendo al tema, y para no parecer muy directa añadí – ¿O hermanas? – de nuevo vi tristeza en sus ojos.

– Sí, – contestó simplemente. Me quede callada por un momento sin saber que decirle – pero son todos muy viejos, hace 50 años que no les veo.

– ¿50 años? ¿Tan viejo eres? – dije sorprendida  y contenta de que hubiese cambiado de tema.

-No, llevo sin verles 50 años, pero tengo 67 años, decidí entrenarme con 17,  por lo que deje de envejecer entonces, en serio, tienes que acabarte ese libro, que al paso que vas te harás anciana y no lo habrás acabado – le saqué la lengua y me reí con él.

– Si te digo algo muy extraño que me ha pasado, ¿me prometes no enfadarte? – sabía que debía decírselo.

– De acuerdo, lo intentaré – me sonrío animándome.

– ¿Tu hermano, erais gemelos? – le pregunte antes de contarle todo.

– Sí – me respondió muy tenso.

– Gabriel me ha dicho que está bien, que no debes culparte por lo que pasó – le dije, él guardó silencio y paró de caminar – que te quiere y que te echa de menos – lo dije de prisa, parecía furioso.

-¡No puedes  jugar con las personas de ese modo! – gritó – Tú no sabes nada sobre mí y menos sobre él, así que cállate – aunque él no lo admitiría jamás dos lágrimas caían por sus mejillas – él murió al acabar el segundo año de entrenamiento, Elisa le mató, y yo estaba allí, debí ayudarle, pero no me moví – continuó gritándome – tú no puedes conocerle, él no te pudo decir nada, ¡está muerto!

– Puede ser cierto – dije yo más calmada, acorralada entre la pared y sus brazos, sin saber cómo había llegado allí – Pero le vi ayer, anoche soñé con él y me dijo todo eso, te lo…

– ¡No jures!, es pecado – dijo apartándose de mí, seguía muy cabreado – está muerto, m-u-e-r-t-o – deletreó – no has podido hablar con él.

– Pues lo he hecho – le grité, su actitud me estaba cabreando – Soñé con él, y sí, me dijo que estaba muerto y que no fue tu culpa – empezaron a brotar lágrimas de mis ojos – ni siquiera lo creí al principio pero…  de todos modos da igual – comencé a llorar – creí que no te ibas a enfadar.

– No prometí nada – dijo secamente – no se puede ver, ni hablar con los muertos, porque por algo están muertos, y entérate, si decides seguir el entrenamiento tus padres envejecerán, no sabrán el por qué ya no estás pero sabrán que estás bien – dijo, algo menos enfadado – y morirán, también tu hermano, y tú seguirás joven, no les volverás a ver nunca.

– ¿Y tú eres el ángel?, ¿el que creé en el cielo?, ¿la vida después de la muerte? Pues vaya decepción – le grité, entré en mi casa y cerré con un portazo, dejándole a él fuera.

¡Hola mundo!

Welcome to WordPress.com. This is your first post. Edit or delete it and start blogging!